El ser humano siempre ha buscado el conocimiento sobre sí mismo que necesita espiritualmente observando los astros. Y hay cierta lógica en ello si pensamos que las características de nuestra galaxia condicionan nuestra experiencia sublime. Esa sensación primaria a la que todos accedemos si recordamos la primera vez que que no vimos el cielo, sino que miramos las estrellas.
Y no es de extrañar que vivamos en una convulsión entre el pesimismo existencialista y el optimismo humanista. La existencia humana es una cuenta atrás casi imperceptible.
La Vía Láctea está formada por un agujero negro masivo en su núcleo, atrae sin cesar materia a su campo gravitatorio y el Sistema Solar se encuentra en la periferia.
Esto significa que la Tierra es como una mosca en un remolino de agua en tu fregadero.
¿Soy pesimista?
