lunes, 18 de agosto de 2008

"El sur"


Diez años después de dirigir El espíritu de la colmena, largometraje por el cual sería reconocido como el primer director español al que le fuese otorgada la Concha de Oro del Festival Internacional de San Sebastián de 1973, Víctor Erice se aventuró con una de sus obras más personales hasta la fecha, El Sur, de nuevo de la mano del productor y hasta entonces amigo, Elías Querejeta. Durante el rodaje de esta película, algo sucedió que hizo que ambos rompiesen su amistad, dejando así al cine español sin una de las parejas artísticas más influyentes en el ambiente cinematográfico de este país. Ninguno de los dos quiso nunca hacer público el conflicto que dejó inacabada el film del que hoy escribo, pero que con un poco de investigación acabaremos por acotar a lo largo de este artículo. Y es que no se puede comprender la obra de Erice sin comprender el talante de Querejeta.

Víctor Erice nace en 1940 en Karrantza, Vizcaya. Estudia Ciencias Políticas y Derecho, pero es en 1961 cuando decide emprender sus estudios en la Escuela de Cine de Madrid. Sus primeras obras en el mundo del celuloide son críticas que se publican en revistas como Cuadernos de Arte y pensamiento o Nuestro cine. Tras realizar sus primeros cortometrajes En la Terraza (1961), Páginas de un Diario (1962), Los días Perdidos (1963) y Entre Vías (1966) decide dar el paso al largometraje hospedado por el magnífico Rafael Azcona tanto en la dirección como en la escritura del guión del drama Los Desafíos (1969) cuyo reparto está encabezado por el también desaparecido Paco Rabal.

Esta película es realizada gracias a la productora de Elías Querejeta, quien en ese momento ya había producido casi una decena de películas, habiendo trabajado con Carlos Saura, Jorge Grau, Juan Antonio Bardem, Antonio Eceiza, Ricardo Franco (Pascual Duarte, 1976) en la adaptación de la novela de Camilo José Cela y una larga lista que acabaría por colmar un amplio segmento del panorama cinematográfico español desde el tardofranquismo hasta los años noventa. Pero ya a principios de la década de los setenta a Querejeta le persigue ya la fama de ser demasiado entrometido en sus producciones, siendo muy criticado por su carácter amalgamador de las obras, entre otras razones por su profunda implicación en todos los aspectos creativos así como un grupo de trabajo rutinario entre los que se encuentran grandes figuras del cine español como el montador Pablo G. del Almo, el operador Alfredo Mayo, el especialista en efectos Antonio Bueno, etc.

Y es aquí donde surge el flechazo entre productor y director, ya que coinciden tanto en las obras anteriores como posteriores en varios signos autorales: la visión de la infancia, las figuras de padres ausentes, la historia reciente (sobre todo tratando el tema de la Guerra Civil), el reciclaje de actores encasillados o sin progresión como Jose Luis López Vázquez o Rafaela Aparicio, el retrato costumbrista de la sociedad española o dentro del lenguaje puramente cinematográfico el uso del bajo ritmo interno en todas sus obras así como la utilización de la metáfora y la poética visual debido al escape continuo de la censura, en mayor medida por parte de Querejeta.

Esta relación profesional llegaría a culminarse en una gran amistad que les llevaría a realizar El espíritu de la colmena, una visión poética que centra su mirada en la fascinación que crea el cine en la realidad de una pareja de niñas con la llegada de la película a un pequeño pueblo del norte de la España de los años cuarenta que consagraría a Boris Karloff al interpretar al monstruo de Frankenstein (James Whale, 1931).

Como he mencionado antes, esta amistad no volvería a dar frutos cinematográficos hasta bien pasada una década al aventurarse Víctor Erice en la adaptación del relato del mismo nombre escrito por Adelaida García Morales, quien era su pareja sentimental en aquella época. El film guarda muchas similitudes con El espíritu de la colmena, como el retrato costumbrista que quiere reflejar las “Dos Españas” y mantiene el resto de las coherencias autorales de las que antes he hablado, destacando el uso de los tonos y la luz de forma admirable, así como también debemos mencionar un decepcionante debut en la actuación de la actual directora Icíar Bollaín.

Por otra parte, llama la atención el recurso metalinguístico que la pareja director-productor usan de nuevo, esta vez referenciando la película Cautivos del mal (Vicente Minelli, 1952) en la secuencia que transcurre en el Cine Arcadia, lo que se podría interpretar como un guiño al cineclub que fundaron Querejeta y Erice en su San Sebastián de juventud.

Y ahora que ya conocemos las circunstancias podemos intentar vislumbrar qué fue lo que sucedió para que ni Querejeta ni Erice hayan apenas vuelto a dirigirse la palabra. Se cuenta que una falta de presupuesto es lo que dejó inacabada esta adaptación, y probablemente Elías Querejeta podría haber visto errores en la planificación. Pero lo que realmente rompió la relación en mi opinión fue el dolor personal de Erice al trabajar sobre un relato de su pareja sentimental producido por su amigo que acabó por imponerle el final abierto por motivos económicos. Siendo este final abierto una de las mejores resoluciones para una obra inacabada, al menos en el cine español.

Cabe también destacar la provechosa obra posterior de Víctor Erice, a pesar de que diez años tardase en volver a hacer cine mientras que Querejeta apenas uno tras el conflicto entre ambos. El sol del Membrillo (1992) es un documental intimista sobre el pintor hiperrealista Antonio López con un discurso ideológico humanista, en el que se compara a los albañiles con los artístas, ya que ambos se esfuerzan en su trabajo porque saben que su obra perdurará más allá de su vida. O su participación en la obra tributo a Herz Frank Ten minutes older: the trumpet (2002) en el que participa con su magnífico cortometraje de diez minutos El alumbramiento en un proyecto junto a Jim Jarmusch, Wim Wenders, Aki Kaurismäki, Spike Lee, Jean-Luc Godard y otros muchos otros. Actualmente Erice trabaja en videocartas que se intercambia con Abbas Kiarostami.

Sin duda alguna, Erice es uno de los mejores directores del momento. Uno de esos trabajadores que hacen que el cine español siga luchando por el estilo propio o autoral y la calidad antes que por la rentabilidad financiera que las políticas de subvenciones del Estado promueven, enviando las películas españolas a un cementerio de ideas poco arriesgadas, historias comunes, temáticas repetidas hasta la saciedad, rollos de celuloide sin estrenar y taquillas vacías. Elías Querejeta se debería dar por aludido.

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